viernes, 12 de mayo de 2023

PINTURA

 Cristo Crucificado, de José de Ribera (Museo Diocesano de Arte Sacro, Vitoria-Gasteiz)

Uno de los crucificados más impresionantes de la pintura barroca. Se conserva en el Museo Diocesano de Arte Sacro de Vitoria-Gasteiz, procedente del desaparecido convento de Santo Domingo, y está considerado una de las mejores representaciones de Cristo crucificado de la pintura española. Ante un fondo neutro y acusadamente oscuro, que refuerza la idea del eclipse bíblico que acompañó la muerte de Cristo, se levanta la figura de Jesús en la cruz, con el cuerpo blanco y contorsionado en un forzado contrapposto. La única fuente de luz es su cuerpo, puesto que incluso el paño de pureza es de una tonalidad parecida a la del madero de la cruz a la que está clavado. La escena parece recoger el momento en que Cristo eleva la vista hacia el cielo y murmura: “Todo ha concluido. Consumatum est.



Bóveda con la Apoteosis de la monarquía española, de Luca Giordano (Museo del Prado, Madrid)

Este fantástico techo, realizado a finales del siglo XVII mediante la técnica del falso fresco, se puede contemplar actualmente en la Biblioteca del Museo del Prado, en Madrid. Originalmente la bóveda perteneció al antiguo Salón de Embajadores del Palacio del Buen Retiro, un lugar de descanso y ocio que mandó construir el conde-duque de Olivares para el rey Felipe IV.



Bodegón, de Clara Peeters (Museo del Prado, Madrid)

El género de las naturalezas muertas no ha estado muy bien considerado en la historia del arte, a pesar de que se trata de un género que requiere un gran detallismo y, por supuesto, una indiscutible capacidad para captar texturas y superficies. Una obra maestra del género es, sin duda, este Bodegón de la pintora Clara Peeters.



Las tres gracias, de Rubens (Museo del Prado, Madrid)

Al parecer, Rubens realizó este lienzo, uno de los más famosos de su obra, para su propio disfrute, como demuestra el hecho de que, a su muerte, se encontrara entre su colección personal. De hecho, los rasgos de la mujer de la izquierda son muy parecidos a los de su segunda esposa, Helena Fourment, con la que Rubens se casó cuando esta contaba solo dieciséis años y él, cincuenta y tres. Desde la antigüedad, es habitual encontrar el motivo de las Gracias relacionado con esponsales, así que no parece descabellado suponer que el artista pintara el cuadro como homenaje a su propio enlace. Las tres figuras se alzan voluptuosas y juntan sus manos en lo que parece ser una especie de danza. Es, efectivamente, uno de los cuadros más elegantes y sensuales del artista.



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